El Puerto de Concordia, yace hoy sumido en un estado alarmante de abandono a pesar de su innegable significado histórico. El deterioro queda claramente visible en las infraestructuras en malas condiciones, en la acumulación de desechos y la falta de mantenimiento general. Este es el triste legado de un espacio que alguna vez supo ser el tercer puerto más importante del país en su época de esplendor.
¿Cómo logró ser tan relevante para la importación y exportación del país?
Desde los comienzos de la conquista española, los ríos Paraná y Uruguay sirvieron como arterias vitales para la expansión territorial, estableciendo las rutas de comercio más eficientes y económicas hasta la llegada del ferrocarril. San Antonio de Salto Chico, predecesor de la moderna Concordia, no escapó a esta influencia, entrelazándose con las misiones jesuíticas y la ruta de la yerba mate en una gran evolución económica.
En nuestra ciudad, Concordia, fundada en 1831, la importancia de la navegación y la necesidad de un puerto se hicieron evidentes desde temprano. Hacia 1832, el gobierno provincial tomó medidas al crear el puesto de dependiente del resguardo, encargado de supervisar las actividades portuarias en El Salto. Al año siguiente, se inició una pequeña guarnición militar para reforzar estas operaciones. Los muelles que se utilizaron tras la fundación de la villa incluyen el conocido como Palavecino (situado frente al Puerto de Salto), el Saladero Chico, propiedad de los hermanos De la Cruz (ubicado en la carretera La Cruz, al sur de la ciudad) , y el Puerto de la Concordia, ubicado en la barra del arroyo Yuquerí Grande. La administración del puerto quedó bajo la supervisión del comandante militar y el receptor de rentas de Concordia.
En un esfuerzo por controlar y prevenir el contrabando, Justo José de Urquiza, gobernador de la provincia de Entre Ríos, designó la barra del arroyo Yuquerí Grande como el único puerto habilitado, sin embargo, la necesidad apremiante de trasladar el puerto desde esa ubicación a un lugar más cercano a la ciudad de Concordia fue destacado en un informe presentado por el comandante Báez al gobierno provincial en 1853. A medida que avanzaba el siglo XIX, el puerto de Concordia tomó un nuevo rumbo bajo la influencia del gobernador Justo José de Urquiza, quien, con su política de «puertos abiertos», fortaleció los intereses comerciales y productivos locales, marcando así el ascenso económico y político de la región.
En 1860, se pidió al gobierno provincial el traslado del puerto a la ciudad, hasta su ubicación actual, en la barra del arroyo Manzores. El nuevo puerto quedó situado en una posición menos favorable que el anterior, por eso dos décadas después, la falta de infraestructura adecuada hacía que los vapores de la empresa Nicolás Mihanovich que trasladaban pasajeros, encomiendas y correspondencias en el servicio regular Buenos Aires-Salto, desde 1852, quedaran anclados en el canal de navegación, ya que su gran porte no les permitía su maniobrabilidad en el espacio reducido que les presentaba el canal de entrada, entonces los barcos debían ser anclados en el medio del río donde sus pasajeros y equipajes eran buscados por un lanchón, el cual lo identificaban con el nombre de “Bife” por ser muy chato y de bajo calado, para ser trasladados hacia tierra firme.
Se podía percibir entonces una participación amplia y uniforme de comerciantes provenientes de las principales familias fundadoras, como Urdinarrain, Garat, Romero, entre otras.
Con la inminente llegada del siglo XX, la prosperidad de Concordia como importante puerto se hizo notoria. Su estatus como tercer puerto en importancia del país, después de Buenos Aires y Rosario, consolidó su conexión con el comercio internacional y marcó su influencia económica, arribando en 1890 un total de 1644 buques, 1592 buques en 1891 y 1565 en 1892. El movimiento en toneladas de cargas se hallaba entre 400.000 y 500.000, haciendo que la aduana local fuera la cuarta de mayor recaudación del país. La operatividad del puerto se reducía en temporada de bajante del río Uruguay, estando plenamente operativo unos 250 días al año, debiendo el resto del año realizar trasbordo de pasajeros y cargas en Paysandú a lanchas menores, para continuar viaje a Concordia.
De esta manera y con un puerto concordiense que marchaba con viento en popa, llegamos hasta 1904, en el que de la mano de la Dirección General de Obras Hidráulicas, se realiza el llamado a licitación pública para la construcción de un puerto más adecuado.
La construcción del puerto fue adjudicada a la empresa Noceti y Cia. y la obra dió inicio el 8 de octubre de 1904. Al año siguiente se realizaron las tareas de balizamiento y en los años siguientes las de dragado, finalizando las obras en 1908. Esta modernización y ampliación del puerto permitió una mayor capacidad de carga y descarga, manteniendo a Concordia en el centro de la actividad comercial.
Entre 1959 y 1961, nuestra ciudad tuvo su momento de esplendor, exportando por el puerto diferentes derivados agropecuarios, principalmente arroz, siendo los “productos del reino vegetal” los que concentran casi el 74% de estas exportaciones, seguido con un 9% por los “animales vivos” y otros “productos del reino animal”, como la exportación de carnes y menudencias conservadas mediante el curado y el salado.
La construcción de la Represa de Salto Grande mantuvo viva la actividad portuaria, aunque la competencia del transporte terrestre y ferroviario comenzó a afectarla a partir de la década de 1970, en la que ingresaron al puerto 527 buques, a partir de ese año los buques eran cada vez menos; en 1971 lo hicieron 454, en 1972 entraron 89 y en 1975 únicamente 51, hasta que en 1981 solo descargaron 2 buques y otros 33 lo usaron como puerto de escala para el Puerto de Salto. El final de la obra de la represa hizo que toda actividad de cargas en el puerto finalizara para 1982; permaneciendo desde entonces solo utilizado para el transporte de pasajeros en lanchas hasta y desde el puerto de Salto, con 24 viajes semanales de ida y 24 de vuelta, y por lanchas de la Prefectura Naval Argentina.
El 22 de septiembre de 1994 el gobierno provincial traspasó al municipal la explotación y mantenimiento del puerto. La administración del puerto es jurisdicción de la Municipalidad de Concordia desde ese año.
Posteriormente, fueron concesionadas por 15 años las instalaciones portuarias a la empresa Astilleros Puerto Concordia S.A. para realizar actividades como astillero.
El 24 de octubre de 2003 se adjudicó las obras de reparación del puerto (1ª etapa) desde su base estructural, muelle alto, de pasajeros, dársena, calles interiores y de acceso al puerto; el mismo fue por licitación de la Comisión Administradora Fondos Especiales de Salto Grande.
La obra comenzó el 2 de marzo de 2004 y finalizó el 4 de junio del mismo año, quedando en condiciones de operatividad de chatas, barcazas, buques motores, con capacidad de carga/descarga de 2200 t, en bultos, granel y contenedor con nivel escala río a puerto de 3,8 m en adelante.
Además, las cancillerías argentina y uruguaya firmaron el convenio de ampliación de dragado y balizamiento del río Uruguay hasta el puerto de Salto con la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU).
Hasta entonces el puerto seguía siendo utilizado para el transporte de pasajeros en lanchas, sin embargo, las circunstancias cambiaron con el tiempo; en 2017 dejó de funcionar la empresa de lanchas argentina (Río Lago S.R.L.) y el 31 de octubre de 2018 lo hizo la uruguaya (San Cristóbal), por lo que el puerto cesó toda operación de pasajeros, manteniendo únicamente actividades comerciales.
A la fecha se encuentra cedido a la provincia de Entre Ríos para uso y explotación, con mantenimiento a cargo de la municipalidad de Concordia.
Desde sus inicios como un modesto asentamiento hasta su apogeo como puerto comercial fundamental, la historia del Puerto de Concordia refleja los altibajos de la economía y la evolución de la infraestructura en la región, dejando una huella perdurable en la identidad y el desarrollo de Concordia y sus alrededores. Sin embargo, esta importancia histórica contrasta con la aparente falta de interés de las autoridades locales y del Ente de Costanera, planteando preocupaciones sobre su conservación y preservación futura.
Su vínculo con momentos trascendentales del pasado y su papel como motor de la comunidad lo convierten en un patrimonio invaluable que merece ser protegido y preservado. Mantener este puerto en buenas condiciones no solo honra el legado de nuestros antepasados, sino que también garantiza que las futuras generaciones puedan conectarse con la historia viva de su tierra. Es responsabilidad de todos, desde las autoridades locales hasta los ciudadanos, unirse en el esfuerzo de cuidar y revitalizar este enclave histórico.
FUENTE: DESPERTAR ENTRERRIANO
CONTINENTAL CONCORDIA 94.9