“A mi consultorio llegan niños de 8 años que ven pornografía como algo recurrente, no por accidente. Lo hacen por interés y motivación propia”. La afirmación es de Guillermo Thomas, jefe de la sección de Psicología Clínica de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano. Y no se trata de un caso aislado: psicólogos, psiquiatras, neuropsicólogos, expertos en crianza y docentes especializados en educación sexual afirman que cada vez más niños y adolescentes ven fotos y videos pornográficos a edades más tempranas, incluso desde el jardín de infantes.
Son niños que navegan entre millones de videos que van desde el sexo duro a escenas que representan incestos, maestros explotando sexualmente a adolescentes, tortura sexual, abusos o violaciones. Son géneros encuadrados en lo que los especialistas llaman “pornoviolencia”, una categoría que le cabe al 90% de los contenidos pornográficos de Internet.
Pero el fenómeno no termina ahí: el psiquiatra Federico Pavlovsky, especialista en tratamiento de conductas adictivas, va más allá: “Son niños que deberían estar jugando y que no solo ven material pornográfico, sino que algunos además lo producen desde plataformas que les permiten vender videos o fotos”.
Esa interacción desde la infancia o preadolescencia tiene un impacto psicológico e incluso físico que puede durar toda la vida, coinciden varios expertos: «Un chico de 8, 9 o 10 años no tiene el desarrollo madurativo y la capacidad reflexiva para entender que se trata de un actor, que nada de lo que sucede es real”, reflexiona Lucía Fainboim, especialista en crianza digital. Y las consecuencias son diversas: “Repercute en sus primeras relaciones sexuales, en el concepto que tienen de cómo se disfruta, en el concepto que tienen de sí mismos, en lo que esperan de la otra persona”, explica Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica especialista en crianza y salud mental.
En ese contexto, LA NACION consultó a varios expertos para armar una guía de servicio que responde las preguntas más urgentes que se hacen madres, padres y familiares: ¿Por qué llegan a esos contenidos? ¿A qué riesgos están expuestos? ¿Puede ser un hábito compulsivo? ¿Cómo puedo hablarlo en familia? ¿Dónde puedo pedir ayuda?
¿Desde qué edad ven pornografía?
Los especialistas consultados coinciden en que hay muchos niños que hoy ven contenido pornográfico entre los 8 y 12 años. “Veo pacientes que acceden a partir de los 8 años como algo recurrente, no por accidente, sino por interés y motivación propia”, advierte Guillermo Thomas, jefe de la sección de Psicología Clínica de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano.
“Estos nuevos hábitos aparecen vinculados a los primeros usos solitarios de las plataformas virtuales, es decir cuando empiezan a navegar por internet en soledad”, explica Lucía Fainboim, especialista en Crianza Digital.
La psicóloga Soledad Fuster, plantea incluso que hay casos en los que los niños se encuentran con pornografía aún con menos de 8 años: “En la práctica cotidiana de la clínica y en los jardines vemos nenas y nenes que acceden mucho más temprano por casualidad, mientras miran algo donde suelen aparecer publicidades emergentes con flechitas y estímulos visuales que los hacen navegar hacia sitios de pornografía”.
Para el psicólogo y sexólogo español José Luis García, estamos frente a una “generación pornográfica”: “Son niños y niñas que se han expuesto de forma temprana y abusiva a la pornografía y que acaban normalizando y reproduciendo las conductas violentas que consumen”, explica y afirma que “la mayoría de los vídeos que ven son contenidos violentos”.
El psiquiatra Federico Pavlovsky, especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas, va más allá al marcar que este segmento de la población que “debería estar jugando”, no solo ve material pornográfico, sino que además lo produce, ya que, según afirma, hay adolescentes que desde, por ejemplo, OnlyFans, una plataforma que permite a los usuarios monetizar su contenido, producen videos o fotos.
¿Qué dicen las estadísticas? Si bien en la Argentina no hay encuestas ni estudios que den cuenta del consumo que advierten los especialistas, el informe “(Des) información sexual: pornografía y adolescencia”, hecho por la organización internacional Save the Children a partir de una encuesta a adolescentes de España, ofrece datos reveladores:
● 7 de cada 10 adolescentes aseguró consumir pornografía con frecuencia y el 94% lo hace desde su celular.
● El 50% de los niños de entre 11 y 13 años dijo haber visto pornografía en Internet.
● El 51,2% de los encuestados accede a contenido pornográfico a través del intercambio de fotos o vídeos por WhatsApp o redes sociales.
● El 75% de las familias creen que sus hijos no han consumido pornografía nunca.
● El 89% de los vídeos pornográficos actuales contienen representaciones de agresiones físicas o verbales.
● El 76% de los adolescentes consumen principalmente porno duro conocido como “hardcore” en inglés. Se trata de un género pornográfico en el que se muestran escenas de actos sexuales explícitos.
● Más de la mitad de los chicos que ven pornografía se inspiran en estos contenidos para sus propias experiencias y el 30% considera que estos videos son su única fuente de información sobre sexualidad.
● El 28,5% (principalmente varones) encuentra pornografía mediante búsquedas activas, mientras que el 17,4% (en su mayoría mujeres) se topa con estos contenidos de forma accidental.
Sobre la intencionalidad, una investigación del sexólogo español Alejandro Villena Moya, revela que el 70% de los adolescentes acceden de forma accidental a la pornografía. Es decir, la encuentran por hacer clic por error en un enlace, en ocasiones buscando contenidos que no tiene que ver con la pornografía. O bien reciben mensajes no solicitados a través del celular o del mail que ofrecen enlaces a ese tipo de contenido.
Mientras que el 30% de los adolescentes de 10 a 18 años llegan a estos contenidos de forma deliberada e intencionada.
Pavlovsky agrega que varios estudios señalan que la pandemia fue el detonante de un uso compulsivo de la pornografía, como marca justamente el libro del sexólogo español Alejandro Villena Moya, “¿Por qué no? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía”.
¿Por qué llegan a estos contenidos?
Acceso fácil: a diferencia de décadas pasadas, hoy se puede acceder a una gran variedad de contenido pornográfico con un solo clic y sin pagar nada. Basta buscar en Google desde cualquier dispositivo para que aparezca una infinita lista de sitios con contenido pornográfico que acumulan millones de visitas diarias.
● Según el psiquiatra Federico Pavlovsky, especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas, el porno “a alta velocidad”, como lo denomina, “lo cambió todo”: por la rapidez con la que se puede llegar a un contenido y por la provisión ilimitada de videos nuevos, lo que representa una “novedad permanente y atrapante”.
Controles insuficientes: aunque la ley exige que los usuarios de los sitios tengan 18 años o más, los sistemas de verificación de edad son nulos o ineficaces. “Un solo dato ayuda a dimensionar la falta de control sobre este tema: el principal sitio porno a nivel mundial es Pornhub y lo único que pregunta es si sos mayor de 18 años”, revela Pavlovsky. “En Onlyfans los controles son un poco más fuertes (piden foto y mail), pero insuficientes, porque los chicos encuentran la manera de burlarlos. Los adolescentes te dicen: ´Es una pavada, le saco una foto al documento, le hago Photoshop y entro’”, revela Pavlovsky.
Falta de responsabilidad empresarial: “Un ejemplo de esto es la empresa Pornhub, que afronta varios juicios porque subieron mucho material no verificado de adolescentes. A tal punto fue el escándalo que, como son plataformas de pago que utilizan tarjetas de crédito, Visa y MasterCard, que le daban el soporte, se retiraron de la plataforma de pago”, cuenta Pavlovsky.
Falta de acompañamiento y control parental: los chicos usan tablets, celulares y computadoras con acceso ilimitado a internet y lo hacen a edades tempranas y en soledad. “No hay supervisión ni conocimiento por parte de muchos padres sobre las herramientas de control parental que existen para proteger a los chicos”, explica la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero. “Hay que entender que a los 8, 9 o 10 años todavía no están capacitados para evitar este tipo de contenido, para navegar internet haciendo un uso crítico y reflexivo”, opina Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital.
Curiosidad natural: la adolescencia es una etapa de exploración donde la pornografía puede presentarse como una fuente de información, aunque a menudo distorsionada y poco realista. “Es normal que empiecen a tener esta curiosidad, que lo empiecen a buscar. En otra época la curiosidad se daba a través de juegos con grupo de pares, con preguntas a los padres o con revistas pornográficas, pero no tenían tanta información en un clic”, alerta Castro Fumero.
Presión social: Los compañeros y las redes sociales pueden influir en los niños y adolescentes para que consuman contenido pornográfico, ya sea por curiosidad, para sentirse parte de un grupo o por simple imitación.
Educación sexual deficiente: La falta de educación sexual integral en escuelas y hogares puede llevar a los jóvenes a buscar información en fuentes poco confiables como la pornografía.
Modelo de negocio adictivo: José Luis García, doctor en psicología clínica y sexólogo, explica que la industria del porno es muy poderosa y busca enganchar a los usuarios para aumentar su tiempo de visualización. En esa línea, Fainboim, explica: “La industria del porno, una de las más poderosas del mundo, busca enganchar a los usuarios a toda costa y elevar su tiempo de permanencia y para eso brindan estímulos muy fuertes altamente adictivos”.
Influencia de la publicidad e influencers: “Existe un bombardeo mediático impresionante, con publicidad cruzada a través de redes sociales”, explica el psiquiatra Federico Pavlovsky y asegura que hay muchos influencers que meten a los chicos en el mundo de la producción y venta de contenido erótico a través de plataformas como OnlyFans. “Así como hay influencers que les enseñan cómo apostar, hay otros influencers que les enseñan cómo subir fotos eróticas”, explica el psiquiatra.
Problema invisible: “La pornografía en la infancia es un tema tabú del que se habla poco, es un tema que está bajo la alfombra. Cuando un problema muy grave no es un problema para nadie el problema se duplica”, reflexiona Pavlovsky.
¿Qué tipo de videos ven?
●Modelo de sexualidad violento: el 88% del contenido pornográfico disponible en internet es violento, lo que contribuye a normalizar la agresión en las relaciones sexuales, según un informe de la filial de españa de la organización internacional “Save de Children”. Por eso los expertos hablan de “pornoviolencia”.
“Hay millones de videos de incestos, de maestros explotando sexualmente a adolescentes, de tortura sexual explícita, de abusos, de violaciones, de mujeres dormidas o drogadas. Y la idea que a mí me parece terrible y preocupante es que lo que les sugiere a los niños y adolescentes que los ven es que la violencia es erótica, que la violencia está bien y que la violencia es aceptable”, reflexiona José Luis García, psicólogo y sexólogo español, y advierte: “La pornoviolencia se ha convertido en el referente educativo de esta generación. Es el manual de instrucciones 3.0 de los jóvenes”.
●Reducción de la sexualidad a la genitalidad: a diferencia de las películas eróticas del pasado, que solían incluir tramas y momentos de conexión emocional, la pornografía actual presenta a la sexualidad de manera superficial, centrada únicamente en los genitales, tal como lo señala el psiquiatra Federico Pavlovsky, especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas.
José Luis García coincide: “Todo está centrado en la erección, en el coito y en la eyaculación, no hay besos, no hay caricias. No hay ternura, no hay comunicación. El condón no existe y la mujer en general tiene un rol de sometimiento al varón”.
●Híper segmentación: existen categorías extremadamente específicas, muchas de las cuales son violentas, misóginas y perturbadoras, vinculadas a temas como la pedofilia, la tortura y el sadomasoquismo. Esta lógica «on demand» permite a los usuarios elegir contenidos que refuercen estas tendencias, explica Lucía Fainboim, directora de Bienestar Digital.
●Falta de consentimiento y misoginia: la pornografía está generalmente diseñada para el placer masculino, presentando a las mujeres en roles de sufrimiento y violencia. En este contexto, el consentimiento es irrelevante. “Es un mundo destinado, excepto algunos subgéneros, al placer del hombre y el sometimiento de la mujer”, explica Pavlovsky. “El lugar de la mujer en general es de sufrimiento y de mucha violencia. Es un mundo donde el consentimiento no importa”, explica Fainboim.
●Contenido corto e intenso: “La inteligencia artificial de los dispositivos y la economía de la atención hacen que cualquier aplicación pueda mostrar estos contenidos durante segundos y, si los chicos se enganchan por curiosidad o por lo que sea, se les empiezan a ofrecer cada vez más y más”, explica la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero. Y agrega: “Busco más eso que me gustó porque me genera una gratificación inmediata. Son shots de dopamina que alteran la química cerebral”.
●Contenido sin empatía: este tipo de pornografía carece de representaciones de amor o cariño y ofrecen un modelo de relaciones que dista mucho de ser saludable para los jóvenes que inician su vida sexual, explica Fainboim y advierte que esto impacta negativamente en sus expectativas y experiencias.
●Modelos de cuerpos hegemónicos: “La pornografía transmite un modelo de cuerpo y de belleza, según el género. Así, plantea exigencias de rendimiento para el hombre y la cosificación de la mujer”, expone Soledad Fuster, psicóloga y directora del postítulo Prevención y Abordaje del Grooming de la Universidad Abierta Interamericana.
●Sexo sin protección: la pornografía a menudo omite el uso de preservativos, ya que los videos que los incluyen son menos populares. Pavlovsky expone que los videos en los que se usan preservativos o existe alguna protección son los videos menos vistos. Este sesgo, afirma Pavlovsky, reproduce un mensaje peligroso sobre la salud sexual.
●Infantilización: “Una de las categorías más consumidas a nivel mundial es el «Hentai», un género de manga japonés con contenidos sexuales. “El manga es un tipo de dibujos animados japonés que son muy valorados por los chicos. Entonces los mismos chicos que veían manga como un dibujito propio de la infancia después a eso se le agrega pornografía”, revela Pavlovsky.
●Contenido producido por adolescentes: algunas chicas preadolescentes y adolescentes venden fotos de su cuerpo en espacios como Onlyfans, una plataforma que permite a los usuarios monetizar su contenido, ya que habilita a sus usuarios a comercializar contenido de manera directa, interactuando con los consumidores a través de chats y solicitudes personalizadas.
“Esas imágenes luego pueden ser subidas a sitios pornográficos sin verificar la edad de la persona que lo produjo”, explica Pavlovsky y agrega que esto genera la difusión de contenido no consensuado y que favorece la explotación sexual infantil, ya que es contenido de niños y adolescentes.
¿Cómo los afecta psicológicamente?
“La interacción con contenidos pornográficos durante la infancia y el consumo excesivo o inadecuado durante la adolescencia genera un impacto psíquico que afecta la subjetividad de niños, niñas y adolescentes con consecuencias físicas y psicológicas que pueden durar toda la vida”, resume Soledad Fuster, psicóloga y directora del postítulo Prevención y Abordaje del Grooming de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
Efectos en la salud mental: la exposición repetida a la pornografía tiene consecuencias emocionales y psicológicas significativas. Un estudio publicado en la revista científica estadounidense de la Sociedad para la Investigación del Desarrollo del Niño (SRCD, por su siglas en inglés) encontró que los adolescentes que consumen pornografía de forma regular presentan mayores niveles de depresión, ansiedad y sentimientos de culpa en comparación con aquellos que no lo hacen. Estos efectos son aún más pronunciados en aquellos que acceden a pornografía violenta o explícitamente degradante.
Los especialistas coinciden en que esto se da porque el desarrollo cerebral de los niños y adolescentes no está preparado para recibir ni procesar este tipo de contenidos y por la dificultad que tienen para distinguir entre realidad y ficción.
Traumático y violento: Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Hospital de Clínicas, detalla que en las niñas y niños preescolares, “las escenas de sexo explícito y las imágenes en primeros planos que se muestran en la pornografía, se vivencian como algo totalmente agresivo y, al no poder procesarlo, eso se inscribe como traumático”. Ongini explica que esas imágenes pueden regresar como “flashbacks”, como si hubiesen presenciado un accidente: “Son escenas impactantes, que conmueven por lo violento, por la forma en que interpelan algo que no es ni predecible ni metabolizable para los chicos”.
Normalización: el consumo constante de pornografía puede normalizar la violencia y la agresión en las relaciones sexuales, haciendo que los adolescentes acepten comportamientos que antes considerarían inaceptables.
●“Cuando converso con chicos de 13, 14, 15 años, encuentro que su maestro sexual es el mundo porno”, revela el psiquiatra Federico Pavlovsky, especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas, y opina que esto es especialmente preocupante para las niñas que creen que lo que ven es normal o piensan que eso es lo que deberían aceptar para ser aceptadas.
●“Nos encontramos con niñas de 12 o 13 años que tienen relaciones sexuales anales, por ejemplo, con dolor”, revela José Luis García, doctor en psicología clínica y sexólogo español. Y opina: “Me parece terrible que haya niños y niñas que comienzan su vida sexual asociados al dolor, al sufrimiento, al trauma”.
●“Lo que estamos viendo en el consultorio son conductas sexualmente abusivas en adolescentes e incluso niños de 7, 8 o 9 años, que replican sobre otros niños una sexualidad adulta que vieron en imágenes de pornografía. Ya hay varios trabajos de investigación que están reportando esto”, revela Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Hospital de Clínicas.
Presión y baja autoestima: la presión por cumplir con los estándares de belleza y rendimiento sexual que se representan en la pornografía puede afectar la autoestima y la imagen corporal.
Desensibilización y búsqueda de estímulos extremos: la exposición compulsiva y diaria a la pornografía puede llevar a una desensibilización, donde los jóvenes dejan de excitarse con contenido previamente estimulante y buscan pornografía cada vez más extrema, incluyendo prácticas como el sadomasoquismo. Pavlovsky explica que, con el tiempo, se produce una migración hacia contenidos más intensos y violentos, que se conoce como fenómeno de la progresión.
●“Mientras más tiempo estén expuestos al porno, más van a migrar a otros tipos de porno más intensos, más extremos, más violentos. Ahí empezamos a ver casos de sadomasoquismo, zoofilia, sexo hardcore o duro, entre otros”, explica el especialista y revela: “Cuando los consumidores de porno pasan de un género a otro, en ocasiones se excitan con contenidos no necesariamente afines a su identidad sexual. Eso muchas veces los perturba y les genera mucha angustia y confusión”.
¿A qué riesgos están expuestos?
●Adicción y comportamientos compulsivos: el consumo de pornografía puede tener características similares a la adicción, donde las personas sienten la necesidad de consumir más contenido para obtener el mismo nivel de satisfacción, lo que puede llevar a un ciclo de consumo compulsivo.
“Lo que vemos en la clínica son las consultas por masturbación compulsiva en púberes y adolescentes, una conducta que termina interfiriendo en todos los ámbitos y generando un alto padecimiento, y una necesidad de continuar consumiendo ese material”, explica Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Hospital de Clínicas.
●Distorsión de su percepción de la sexualidad: la pornografía presenta una imagen irreal y poco realista de las relaciones sexuales. “Un chico de 8, 9 o 10 años no tiene el desarrollo madurativo y la capacidad reflexiva para entender que se trata de un actor, que nada de lo que sucede es real”, reflexiona Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital y directora de la consultora Bienestar Digital.
“Esto después repercute en otros muchos campos: en sus primeras relaciones sexuales, en el concepto que tienen de cómo se disfruta, en el concepto que tienen de sí mismos, en lo que esperan de la otra persona. Obviamente esto después se traduce en una dificultad para establecer relaciones sanas, dificultad para vincularse, dificultad para disfrutar del acto sexual con otra persona”, explica Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica especialista en crianza y salud mental.
●Reproducción de lo que ven: Guillermo Thomas, jefe de sección de Psicología Clínica de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano, advierte que muchas veces pasa que los chicos “buscan repetir aquello que vieron hacer a actores sobre otras personas, como compañeritos, primitas o pares”.
Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Hospital de Clínicas coincide y cuenta que son varios los casos que llegan a su consultorio: aquí el daño es doble y muy grande, no solo para el niño que estuvo expuesto en primer lugar a esos contenidos, sino también para los otros con los que intenta replicar aquello que vio.
●Conductas sexuales de riesgo: La exposición a la pornografía puede normalizar conductas sexuales riesgosas, como las relaciones sexuales sin protección. “De nuevo, muchos chicos no están usando preservativos y estamos frente a un aumento de las enfermedades de transmisión sexual, incluso de aquellas que teníamos más o menos controladas gracias al uso de los preservativos. De pronto hay un repunte de sífilis, de uretritis gonocócica y de otras enfermedades de transmisión sexual”, revela el psiquiatra Federico Pavlovsky, especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas.
●Comportamientos sexuales violentos: el psicólogo y sexólogo español José Luis García alertó que en España y en otras partes del mundo se están produciendo “muchísimos casos de violencia sexual entre menores”, lo que según su criterio es “una clara señal” de que la sociedad y, sobre todo, la infancia tiene un grave problema, ya que los niños y adolescentes cambian su enfoque de las relaciones sentimentales, que dejarían de estar basadas en el respeto al otro.
Además, existen casos de adolescentes que utilizan la práctica de la asfixia durante las relaciones sexuales y esto tiene riesgos importantísimos para la salud.
●Disfunciones sexuales: por ejemplo, la disfunción eréctil. Un estudiopublicado en la revista médica sobre sexología “Archivos de comportamiento sexual», de la Academia Internacional de Investigación Sexual, examinó la relación entre el uso de pornografía y la disfunción eréctil en hombres jóvenes. Los resultados indicaron que aquellos que consumían pornografía con frecuencia tenían una mayor probabilidad de experimentar disfunción eréctil. “El 70% de los hombres que ven pornografía más de siete horas por semana refiere tener disfunciones eréctiles”, explica el investigador estadounidense Gary Wilson en su libro “Tu cerebro pornificado”.
“En algunos jóvenes adictos al porno puede pasar que desaparezcan las erecciones matinales (fisiológicas) y que experimenten la disminución del deseo sexual conocido como línea plana (en idioma inglés, Flatline)”, revela el psiquiatra Federico Pavlovsky.
●Cambios en la percepción del consentimiento: la pornografía puede influir en cómo los jóvenes entienden el consentimiento. “Al presentar situaciones donde la falta de consentimiento es normalizada o ignorada, los chicos lo naturalizan y lo reproducen”, revela Lucía Fainboim, especialista en crianza digital.
●Cambios en la percepción de la intimidad: al consumir pornografía, algunos jóvenes pueden desarrollar una visión distorsionada de la intimidad, donde las relaciones sexuales se ven como actos físicos aislados y desprovistos de conexión emocional. “La pornografía convierte al sexo en un examen y marca un canon al que la persona tiene que acercarse para ser sexualmente válida”, explica Pavlovsky.
●Miedo, frustración y dificultades sexuales: “Piensan que la vida sexual es lo que ven en el porno. Eso les pone la vara tan alta que cuando van a la realidad chocan contra una pared y piensan: ‘Estoy fallando’, ‘Qué me pasa’, ‘No sirvo’. Y lo viven con mucho miedo”, explica Thomas.
“La pornografía genera un estímulo tan exagerado, supranormal, que después, experiencias un poco más mundanas les resultan un bodrio”, explica Fainboim.
●Reproducción de estereotipos: «La pornografía refuerza la reproducción de estereotipos y la fijación de roles socialmente construidos según el género, y establece la ausencia de consentimiento y el sometimiento de la mujer”, explica Soledad Fuster, psicóloga y directora del postítulo Prevención y Abordaje del Grooming de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
●Normalización de la violencia contra las mujeres: al normalizar el modelo que ven en el mundo porno, reproducen escenas violentas. “Normaliza la violencia contra las mujeres a las que cosifica y deshumaniza”, explica Fainmboim. La escritora y directora española Mabel Lozano en su libro PornoXplotación, explica en detalle cómo la pornografía está íntimamente ligada a la violencia y describe con crudeza como sufren muchas mujeres que trabajan en esta industria.
●Exposición a la explotación sexual: con el auge de plataformas como OnlyFans y otras aplicaciones para subir contenido, compartirlo y así monetizarlo, hay un creciente riesgo de explotación sexual. Esto es particularmente preocupante para los adolescentes y preadolescentes que pueden no comprender completamente las implicaciones de compartir su contenido en línea.
¿La pornografía es adictiva?
La adicción a la pornografía comparte mecanismos y características con otras adicciones de carácter conductual, como el juego patológico o la adicción a los videojuegos. “El poder adictivo del porno es extraordinario. A mi juicio es uno de los más importantes. Es comparable a otras conductas adictivas, como las drogas, el alcohol o el tabaco”, revela el psicólogo y sexólogo español José Luis García.
“Del total de chicos que ven material pornográfico, hay un porcentaje que termina adquiriendo una adicción. Esto se traduce en que no pueden parar de ver porno, no tienen control sobre la compulsión”, explica Pavlovsky, psiquiatra y especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas, y revela: “Me tocó atender pacientes que estaban tres, cuatro, cinco y hasta seis horas por día y que cuando pararon hasta tuvieron algo parecido a un síndrome de abstinencia”.
Actualmente, la etiqueta diagnóstica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que enmarca este comportamiento es la de “trastorno por comportamiento sexual compulsivo”
Dependencia al estímulo. La pornografía activa el sistema de recompensa del cerebro al liberar dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Con el tiempo, el cerebro puede llegar a depender de esta estimulación para experimentar placer.
●“La dopamina es buena en medidas razonables, pero el problema en el caso de las adicciones en general y de la pornografía en particular es que se producen grandes dosis ante situaciones que no son de la vida real. Y ocurren por muchos períodos de tiempo y cada vez se busca más y más porque no se puede tolerar esa bajada que se produce luego y que los hace sentir insatisfechos, intolerables, con apatía”, explica la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero.
Recompensa aleatoria: “Nuestro cerebro está preparado para anhelar lo imprevisto y una de las cosas que más excita en el mundo porno es que el consumidor se pone a escrolear y lo que está buscando todo el tiempo es no saber lo que viene”, revela Pavlovsky.
¿A qué señales tengo que estar alerta?
Detectar si un niño o adolescente consume pornografía puede ser una tarea difícil. De todos modos, hay algunas señales que pueden indicar que esto se está volviendo una compulsión, según coinciden los especialistas consultados;
Cambios bruscos en el comportamiento:
●Se aísla socialmente. Por ejemplo, abandonan otras actividades, como sus estudios, un deporte o un hobbies, y se aleja de sus amigos.
●Tiene problemas para concentrarse en los estudios.
●Presenta cambios en los hábitos de sueño o tiene pesadillas.
●Pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba.
●Irritabilidad, agresividad o ansiedad. Por ejemplo, experimentan malestar al no poder consumirlo. Se irrita cuando le sacan el teléfono.
●Demuestra sentimientos de vergüenza o culpa
Interés excesivo por la sexual:
●Usa un lenguaje sexual inapropiado.
●Hace preguntas inapropiadas sobre sexo.
●Masturbación excesiva o en momentos inadecuados.
●Dibuja o escribe contenido sexual.
●Tiene conductas hipersexualizadas.
●Conoce términos o prácticas sexuales que no son apropiados para su edad.
Cambios en el uso del celular o la computadora:
●Se encierra constantemente en su cuarto con dispositivos.
●Oculta dispositivos electrónicos.
●Pasa mucho más tiempo en línea.
●Es reservado sobre lo que hace en la computadora o el celular.
●Borra rápidamente el historial de navegación. Se muestra miedoso a “ser descubierto”.
“En la infancia y la preadolescencia no hay una sola señal de alerta. Por eso, frente a posibles cambios de conducta, es clave empezar a abrir nuestras hipótesis a temas que tengan que ver con lo digital. Por ejemplo, preguntarse: ¿habrá visto algún contenido inapropiado?”, recomienda Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital.
Los especialistas coinciden en que de los casos de adicción al porno, son pocos los que llegan al consultorio. “Hay profesionales que te cuentan que tienen pacientes que durante la infancia desarrollan otro tipo de síntomas como alergias, retraimiento, problemas para deglutir, entre otras dificultades, y después de un tiempo largo de terapia se animan a contar que en realidad la razón era que habían visto pornografía”, cuenta Fainboim.

¿Cómo le puedo hablar del tema?
Tené en cuenta su edad y desarrollo madurativo. Antes de empezar a hablar de pornografía con nuestro hijo, se recomienda valorar ciertos aspectos: ¿cuál es la edad que tiene? ¿Qué acceso tiene a internet sin control parental? ¿Cuál es el contenido al que ha estado expuesto mi hijo?
●“Esto debe ser así porque la primera premisa es no comunicar información para la cual el cerebro de nuestros hijos no esté preparado, porque eso también podría alterar su desarrollo”, afirma la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero.
“Yo no puedo empezar a hablar de pornografía con un niño de 9 años que tal vez no tiene acceso a ningún dispositivo, que tal vez tiene mucho control parental, que tal vez está en un contexto o un entorno donde no hablan de esto. Si lo hago, puedo afectar su sano desarrollo”, explica Castro Fumero y sigue: “Con un preadolescente o adolescente que estuvo expuesto a contenido pornográfico, sí es necesario dialogar sobre este tema. Primero hablaremos sobre qué es una relación sexual, cómo vienen los bebés al mundo, cómo es una relación saludable, qué es el consentimiento, para después empezar a conversar sobre qué es la pornografía, cómo distorsionan la realidad, qué es real y qué no ”, concluye.
Si advertimos que vieron algo inapropiado , ya sea porque revisamos el navegador o porque nos lo cuentan, es muy importante tener en cuenta los siguientes puntos. según detalla la especialista en crianza digital Lucía Fainboim:
●Ser empáticos: evitar señalarlos o culpabilizarlos. Es clave que entendamos que si lo vieron es más por una ausencia nuestra que por responsabilidad de ellos, que son chiquitos.
●Fomentar la confianza: tu hijo tiene que saber que te puede contar lo que sea y que lo vas a apoyar, que vas a entender y validar lo que le pase.
●Ayudarlos a que lo expresen: ver si quieren hablar con nosotros, si quieren hablar con otra persona, pero ayudarlos a que lo expresen, porque de lo contrario, termina pasando que queda enquistado y reprimido.
●Consultar con un profesional: si vemos que nuestro hijo quedó afectado o traumatizado se puede hacer una consulta con un psicólogo o con la escuela, y trabajar para que ellos procesen lo que vieron, que no les quede una herida interna donde no le pueden poner palabras, pero siempre desde la empatía. “Podemos decirle: ´Yo entiendo que esto te haya puesto mal, es lógico, no te preocupes, vamos a tratar de pensar en casa cómo podés navegar en internet de una forma más segura, más acompañada porque pueden aparecer cosas que no te gusten´”, recomienda Fainboim.
No esperes a que las chicas y los chicos acudan a Internet para buscar información sobre sexualidad. “En lugar de la pornografía, debemos ser las escuelas y las familias quienes eduquemos también en temas vinculados a las relaciones sexuales y a la sexualidad”, asegura Soledad Fuster, psicóloga y directora del postítulo Prevención y Abordaje del Grooming de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
Estimulá la mirada crítica y reflexiva: ayúdalos a distinguir entre realidad y ficción. “Hablar sobre lo que se ve en el mundo porno: la agresividad, los estereotipos de género, la falta de empatía, la genitalidad violenta y rápida”, recomienda Federico Pavlovsky, psiquiatra y especialista en prevención y tratamiento de conductas adictivas.
●Explicales qué es la pornografía y cómo puede ser engañosa. Contales que es un producto comercial, que hay una visión muy parcial y genital que no contempla la afectividad, la empatía o el respeto.
Explicales los riesgos a los que se exponen. “Hablar de los riesgos que existen en internet no es adentrarlos en la sexualidad adulta sino prevenir”, resume Fuster (ver más información en la pregunta 5).
Señalales la importancia del consentimiento en las relaciones y los riesgos de la presión del grupo.
Advertiles sobre las enfermedades sexuales que pueden adquirir si no se cuidan en sus relaciones sexuales.
Acompañalos en el uso de los dispositivos con presencia física y disponibilidad emocional. “Durante la infancia hay que ser más categóricos, que ellos tengan en claro que yo como adulto te controlo, yo te cuido y que hay plataformas que no te permito usar o navegar en soledad. Y explicarles que es porque se pueden topar con contenido que no entenderán, que los puede angustiar, que les puede hacer tener pesadillas, que les puede dar miedo”, detalla la especialista en crianza digital Lucía Fainboim.
●A los más pequeños, es clave explicarles que si ven imágenes que los asustan, los hacen sentir incómodos o les producen otras sensaciones que no saben procesar, siempre deben recurrir a un adulto de confianza.
Establecé reglas claras en el uso de internet: “Es muy importante que ellos tengan normas por escrito de lo que pueden y de lo que no pueden, y que les expliquemos por qué. Por ejemplo: ´Te voy a dejar tener un celular, pero no te lo vas a poder llevar al cuarto. Vas a poder usar el celular hasta tal hora de la noche. No vas a poder usar más de tantas horas por día. Yo voy a controlar qué aplicaciones te descargás y cuáles no. Voy a revisar el historial. Pero cualquier norma tiene que estar avisada porque si no, es como una invasión muy fuerte a su privacidad”, recomienda Fainboim.
No brindar acceso temprano a un teléfono inteligente. A pesar de que los chicos digan que “todos sus amigos tienen celular o redes sociales”, es importante que madres y padres entiendan los riesgos y restrinjan su uso. Para más información, podés revisar la guía Chicos y Pantallas, de Fundación La Nación, donde Sebastián Bortnik, experto en tecnología y crianza, explica que el celular “es una herramienta para la adolescencia, por lo que darla en la preadolescencia y en la niñez es peligroso porque es una herramienta muy poderosa que no condice con el desarrollo evolutivo de los chicos en términos de toma de decisiones”.
Descargar aplicaciones de control parental: Son aplicaciones (muchas de ellas, gratuitas) que las personas adultas pueden configurar en los dispositivos electrónicos para que los buscadores y plataformas online sólo ofrezcan contenidos adecuados a las edades de las niñas, niños y adolescentes. Para más información sobre esos recursos, podés consultar la guía Chicos y Pantallas.
“El tratamiento de la adicción a la pornografía es posible. Implica un camino de desintoxicación digital, trabajar con psicoterapia y realizar una evaluación de psiquiatría. Son pacientes que vienen sufriendo mucho y en silencio, en la intimidad, llevando una doble vida agotadora y que los aísla cada vez más”, revela el psiquiatra Federico Pavlovsky.
Cecilia Zolezzi para La Nación